Ni todas las balas disparan a dar,
ni merece una herida siempre cicatrizar.
Es terrible y certero el recuerdo de lo que has perdido.
Sin embargo me llegan destellos sólo del principio.
Tu sonrisa temblando de amor y yo muerto de cariño.
Tus orgasmos, mis versos, el primer sofá
que compramos sin tener claro cómo pagar.
Los trescientos millones de series que nos engancharon.
Despertarme sintiendo que tú sí que eras para tanto.
La certeza de la eternidad al fundirme en tu abrazo.
Mirarte al dormir.
Llorar por ser tan feliz.
Amueblar la caja de Pandora para nuestra perdiz
fue tan estúpido, estúpido… y vulgar.
Pero la vida es peor que cualquier culebrón
y se empeña en que todo siga el mismo guion.
Llegó un día en que ya no te hacían más gracia mis bromas,
en que seguías conmigo por no sentirte mala persona,
porque es hipnótico ver edificios cuando se desmoronan.
Decirme al sexo que no
con desprecio y dolor.
El usar el cajón de Pandora enterrando el amor
fue tan estúpido, estúpido… y vulgar.
Y es un alivio saber que nada es tan especial.
Fuimos sólo un cliché y nuestro amor tan normal.
Que esta historia me parece a veces un espejismo.
Tenemos nuevos parejas y han nacido niños.
Sólo hay huellas borradas y afecto en nuestro camino.
Yo soy mucho mejor,
tú has vuelto a sonreír
y al cajón de Pandora ya va siendo hora de echarle un barniz.
Fue tan estúpido, estúpido… y vulgar.